Oración
Dios te salve María: os adoro. Pero más a lo demonío que a lo ángel. Sabéis que muchas veces me pregunto: “¿Será el culo de la Virgen como el de las pavas? ¿En qué lugar del cielo tiene la Virgen su retrete? ¿Templará la Virgen el arpa del peine, como mi madre, que rasca hasta su última cuerda para buscar los piojos extraviados? … Perdonadme… perdonadme. Pero yo no puedo, no, vestirme de viudo riguroso. No puedo sostener, afeitado, un ojo más en mi cabeza. Pasar de incógnito por la vida esto qie llevo siempre de puntillas y por desbravar. Siempre en el meridiano. En demasía, tiro de mí mismo uncido a mis deseos de arar ante medios campos bajos. A la linde de mi cuarto creciente de más talla. ¡Qué bueno que no soy, María! Virgen que excedida eres de gracia. Yo besaría, con besos de yesca encendida guarnecidos de pecados, el zarzal de trenzas azaradas de tus dedos cruzados; tu boca neta.
Yo… ¡pecador de mí!, ¿qué voy a decir?, yo, luego de manosear la palidez de los carrillos de tu corazón en tu camisa, iría, contrario al cielo, a formarte un nudo, que sólo se podría desenlazar a los cinco menos dos más seis de soles. Perdonadme, perdonadme. Pero no puedo dejar que se malogre mi plural y barbimorena sangre. No puedo silenciar el alterno colmillo que me ha de ayudar a ser varón constante, traduciendo palmeras. Ea pues, Señora. Dejadme reír en este valle de lágrimas, no lejos de los puentes, que no se sabe si han tendido para que pase el tren o para que salte el agua del río a la comba, cerca de los mediodías de los limones menos precarios y amargos, del atardecer de un ombligo moreno. Amén”
LA TRAGEDIA DE CALISTO
[I] Conversaciones, Canciones Vanas -fragmento-
Miguel Hernández
-Paintings and Drawings-
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