miércoles, 31 de marzo de 2010

Lectoras XXII









Ramón María acabó enseguida. Lamentaba que eso (estaba seguro) hubiese decepcionado a la mujer, pero (se justificaba a si mismo) no había podido perder el tiempo en filigranas porque existía el peligro de que todo fuese un espejismo efímero. Yacían el uno junto al otro. Aún no había desaparecido la erección. Por un instante consideró la posibilidad de aprovecharla, sobre todo cuando María Eugenia le reprochó que no hubiese pensado en ella. Pero era muy probable que hacerlo fuese contraproducente, porque el mero intento de repetir podía terminar en un encogimiento. Por eso le fastidiaba que María Eugenia se la tuviese agarrada con la mano, sin soltarla. Le daba miedo que, si se deshinchaba en sus manos, ella lo tomase como una ofensa.

Treinta y ocho minutos más tarde María Eugenia dormía. Ramón María estaba contento. Aunque ella no se la había soltado en todo el rato, él había seguido duro. Más aún: ahora que ella ya se había dormido, él continuaba en estado de alerta y empezaba a pensar en la repetición de la jugada. Pero no se atrevió a despertarla, y se tapó con la sabana. Observó que en la tela del dosel había un siete: cerró los ojos con la esperanza de que el sueño le llegase pronto.
Así fue.

Hasta que un tren cargado de golosinas y una ribera con musgo, resbaladiza como un moco, se topó con la grupa de María Eugenia, y con los dedos separó los dos gajos, duros como sandias.
La mujer se agitó, gimió; este gemido fue la causa de que Ramón María se desvelara a medias y perseverara, esta vez con convicción y entereza, en la acción que había iniciado entre sueños. Una vez lo hubo notado dentro, María Eugenia se despertó; por unos instantes fingió que seguía durmiendo. Pero enseguida se puso a ayudar con al acoplamiento, y demostró cierta voluntad en marcar el ritmo. Tras un rato de costado, María Eugenia se fue volviendo hasta quedar boca abajo, tan lentamente que Ramón María, sin salir, pudo colocarse encima de ella. Se sentía pletórico y aceleraba el ritmo, al unísono que ella, que finalmente había abierto los ojos y volvía la cabeza, primero para mirarlo, luego para ofrecerle los labios.

Más de un cuarto de hora después María Eugenia chillaba como si la estuviesen degollando; miraba a Ramón María con los ojos cubiertos de lágrimas. Le temblaba un labio, sonreía, y con voz suave le pidió que parase. Ramón María estaba orgulloso de aguantar tanto, sobre todo teniendo en cuenta cómo habían empezado las cosas unas horas antes.

Media hora más tarde María Eugenia se estremecía, como una epiléptica, y le suplicaba que se corriera, que estaba a punto de volverse loca, o morirse. Ramón María empezó a empujar todavía con más fuerza, se aferró a sus caderas, se fijó en una pequeña verruga que María Eugenia tenía en el omoplato izquierdo y con un grito ahogado se dejó ir, mientras desde la nariz y la barbilla el sudor le caía a chorros en la espalda de la mujer. Permanecieron un rato quietos; luego María Eugenia se volvió de lado. El pene salió con un plop húmedo, todavía erecto.











La magnitud de la tragedia -capitulo segundo-
Quim Monzó





Loss of faith










Artwork by Jennifer B (Jennifer B Worthington)

La pérdida de la fe -Loss of Faith-






martes, 30 de marzo de 2010

Heridas





Las palabras producen heridas
parecidas a la rajadura del mármol.
Son frías a los ojos,
pero dejan el corazón deshabitado,
las manos quietas
y la interrogación
interrogando
incesante
lapidaria,
trepanando los sesos.









Cuando el alma se desnivela
rugen todos los leones.
El bosque se pone umbrío
un alarido sospechoso
recuerda: el costado
el filo
la rajadura.
El motivo del lamento
del pájaro más hermoso.





Graciela Wencelblat






*Imagen: Jennifer B




Regard






































lunes, 29 de marzo de 2010

humor VIII











Casual sex





*Fotografía: IMustBeDead



domingo, 28 de marzo de 2010

oriolano III





Murmuran que hablo muy poco
alma los que nada saben
de nuestros largos coloquios










Yo trato que de mi queden
una memoria de sol
y un sonido de valiente.




Miguel Hernández






sábado, 27 de marzo de 2010

Calendar III













*Fotografía: Nathaniel Goldstock



sex doll V


















Rebekah Tamblyn







viernes, 26 de marzo de 2010

El abismo III





Bajo los golpes del Gurú, la Cosa enmudeció. Había nacido un nuevo sistema sexual: "Marianne", la esclava, y "Françoise", la dominadora.









"La Estrella" era alto. Sus azulados ojos de acero me traspasaban. Después de una noche febril, cuando MARIANNE se disponía a regresar a casa en su coche, la Estrella se inclinó sobre la ventanilla: "Me he fijado en ti, me gustas. Tengo ganas de pegarte".
Ella aceptó. Fue a su casa. El la abofeteó. La bestializó. Los ojos se le salían de las órbitas. Su violencia era fría y mecánica; sus movimientos, carentes de sensualidad. Cuanto más le pedía MARIANNE que se detuviera, más se excitaba La Estrella. MARIANNE no sintió miedo en ningún instante, pero una especie de rechazo, por no decir de repugnancia, la decidió a huir.
En pocos minutos, él había roto el delirio cerebral. Nada que ver con el Gurú, que combinaba ternura y sensualidad con la fuerza de sus manos y de su látigo.
Recogió su ropa y se fue, convencida de que jamás olvidaría aquel gélido rostro.









El ama. Memorias de una dominadora
Annick Foucault








*Fotografías: Magenta




jueves, 25 de marzo de 2010

miércoles, 24 de marzo de 2010

shoes VIII



















*Fotografías: John Shingler



bound








































The slave girl's by boundindis
-deviantart-






kajari I
















*Fotografía: Chris Maher






martes, 23 de marzo de 2010

legs VIII








Juliet Prowse en el Flamingo. Revista Life








Tributo a Juliet Prowse y sus piernas. Para muchos de la época; las más bellas. Elvis, amante y compañero de reparto en alguna película pone la música y la voz.





Bésame el cactus













"Crear es lo mejor para vivir"











Sol Picó bailarina y coreógrafa de danza contemporánea.

Fragmento del espectaculo "Bésame el cactus"







lunes, 22 de marzo de 2010

La dernière











Mi carne pesa, y se intimida
porque su peso fabuloso
es la cadena estremecida
de los cuerpos universales
que se han unido con mi vida.

Ámbar, canela, harina y nube
que en mi carne al tejer sus mimos,
se eslabonan con el efluvio
que ata los náufragos racimos
sobre las crestas del Diluvio.

Mi alma pesa, y se acongoja
porque su peso es el arcano
sinsabor de haber conocido
la Cruz y la floresta roja
y el cuchillo del cirujano.










Y aunque todo mi ser gravita
cual un orbe vaciado en plomo,
que en la sombra paró su rueda,
estoy colgado en la infinita
agilidad del éter, como
de un hilo escuálido de seda.

Gozo... Padezco... Y mi balanza
vuela rauda con el beleño
de las esencias del rosal:
soy un harén y un hospital
colgados juntos de un ensueño.

Voluptuosa Melancolía:
en tu talle mórbido enrosca
el Placer su caligrafía
y la Muerte su garabato,
y en un clima de ala de mosca
la Lujuria toca a rebato.










Mas luego las samaritanas,
que para mí estuvieron prestas
y por mí dejaron sus fiestas,
se irán de largo al ver mis canas,
y en su alborozo, rumbo a Sión,
buscarán el torrente endrino
de los cabellos de Absalón.

¡Lumbre divina, en cuyas lenguas
cada mañana me despierto:
un día, al entreabrir los ojos,
antes que muera estaré muerto!

Cuando la última odalisca,
ya descastado mi vergel,
se fugue en pos de una nueva miel
¿qué salmodia del pecho mío
será digna de suspirar
a través del harén vacío?








Si las victorias opulentas
se han de volver impedimentas,
si la eficaz y viva rosa
queda superflua y estorbosa,
¡oh, Tierra ingrata, poseída
a toda hora de la vida:
en esa fecha de ese mal,
hazme humilde como un pelele
a cuya mecánica duele
ser solamente un hospital!



La Última Odalisca
Ramón López Velarde







*Fotografías: Hataiiia Hataiiia



Plegarias XVIII









































































Cobíjeme









*Fotografías: Stefano Ruzzante
*Modelo: Genny




domingo, 21 de marzo de 2010

odalisca XXXII















odalisque, oil on canvas
Louis Courtat (1840-1909)





sábado, 20 de marzo de 2010