Las estaciones se buscan una a la otra como el hombre y la mujer a fin de poderse curar de sus propios excesos.
La primavera si se dilata más de una semana de su límite final comienza a sentir ansias de que el verano ponga fin a los días de promesas perpetuas. El verano a su vez, pronto comienza a sudar pidiendo algo que aplaque su calor y el más mórbido de los otoños finalmente acaba por cansarse de la benevolencia y muere de ganas de que una rápida y penetrante escarcha aniquile toda su fecundidad.
Incluso el invierno -la estación más dura, más implacable- sueña con las llamas que en breve lo derretirán mientras febrero se arrastra lentamente. Con el tiempo todas las cosas se cansan y empiezan a buscar algún oponente que las salve de si mismas.
La primavera si se dilata más de una semana de su límite final comienza a sentir ansias de que el verano ponga fin a los días de promesas perpetuas. El verano a su vez, pronto comienza a sudar pidiendo algo que aplaque su calor y el más mórbido de los otoños finalmente acaba por cansarse de la benevolencia y muere de ganas de que una rápida y penetrante escarcha aniquile toda su fecundidad.
Incluso el invierno -la estación más dura, más implacable- sueña con las llamas que en breve lo derretirán mientras febrero se arrastra lentamente. Con el tiempo todas las cosas se cansan y empiezan a buscar algún oponente que las salve de si mismas.
Corazón condenado
– Clive Barker
– Clive Barker
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