Con la misma serenidad con la que hubiera expresado su opinión sobre la calidad de un cigarro habano, un miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas dijo:
— Creo que el asesinato es la mayor preocupación humana, y que todos nuestros actos derivan de él.
Todos esperábamos una larga teoría, pero el hombre calló..
—Evidentemente —exclamó un viejo darwinista—. Acaba de emitir usted una de esas verdades eternas, como las que descubría cada día el legendario señor Pero Grullo. El asesinato es la base misma de nuestras instituciones sociales, y por consiguiente la necesidad más imperiosa de la vida civilizada. Si cesaran los asesinatos, no habría más gobiernos de ninguna clase, por el hecho admirable de que el crimen en general y el asesinato en particular son, no sólo su excusa, sino su única razón de ser. Entonces viviríamos en plena anarquía, cosa que no se puede concebir. Así, lejos de intentar destruir el asesinato, es indispensable cultivarlo con inteligencia y perseverancia. Para eso, no conozco mejor medio de cultivo que las leyes.
Alguien protestó:
—¡Por favor! –dijo el sabio naturalista-. Puesto que estamos entre amigos, hablemos sin hipocresía.
—¡Por favor! –dijo el sabio naturalista-. Puesto que estamos entre amigos, hablemos sin hipocresía.
—Os lo ruego — contestó el anfitrión—. Aprovechemos esta ocasión que nos permite exteriorizar nuestras íntimas convicciones, ya que yo en mis libros y usted en su cátedra, sólo podemos decir mentiras.
-Por otra parte –replicó el científico, lanzando al techo unos anillos de humo-, el asesinato no necesita ser cultivado. En realidad, no es el resultado de esta o aquella pasión, ni una forma patológica de la degeneración… Es un instinto vital que está en nosotros, que está en todos los seres organizados, dominándolos como el instinto genésico. Tanto es así, que, amor y muerte a menudo van a la par y se confunden en uno, y ya no se sabe cuál de los dos nos impulsa a engendrar y cuál a matar. Yo he recibido las confidencias de un honorable asesino que mataba mujeres, no para robarles, sino para violarlas. Su deporte consistía en hacer coincidir su espasmo de placer con el espasmo de muerte en ellas… «En aquellos momentos, se decía, me figuraba ser Dios y crear el mundo».
Inicio de
Dos nuevas versiones en castellano:
EL JARDIN DE LOS SUPLICIOS
de Octave Mirbeau
Traducción: Lluís Maria Todó
Editorial Impedimenta
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9788493760113
Nº Edición:1ª
Año de edición: 2010
EL JARDIN DE LOS SUPLICIOS
de Octave Mirbeau
Traducción Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán
Editorial: El Olivo Azul
Páginas 216
Formato Rústica 13,5 x 21,5 cm
ISBN-13 978-84-92698-06-6
Publicación Enero 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario