martes, 16 de febrero de 2010

El abismo II




Esa Cosa iba al cine desde mi infancia y sentía voluptuosidad al contemplar las grandes películas en las que aparecen torturas: vaqueros, sexos de sementales, torturas de piratas, violaciones de apaches, la mujer atada al mástil de un barco para recibir latigazos... Cuanto más golpes veía la Cosa, más atraída la sentía yo por esa violencia, Por la noche, la Cosa deseaba hallarse en el lugar de los torturados, e imaginaba mí cuerpo herido, mi cuerpo ensangrentado. Cuanto más arreciaba la violencia, más se excitaba ella.
La Cosa quería que yo fuera crucificada. Lentamente y sin pausa. Las imágenes de galeotes azotados en la espalda la volvían loca. Oía restallar los golpes en la película, en su cabeza, en mi vientre. John Wayne también propinaba crueles y sabias azotaínas. Arremangaba las faldas de las jóvenes con hieratismo. ¡Eso afectaba a la Cosa en lo más íntimo! El flash de esos azotes me alteraba. En aquellos instantes, pensaba en mi padre y lo echaba de menos.







El silencio del Gurú en Cannes. Su silencio a lo largo de la velada. El suspense, y luego, de repente, esa violencia ciega, aceptada, deseada, sacralizada...








El Gurú se pasaba el día viajando en avión, entre París y Marsella. Telefoneaba constantemente y exigía que su Cosa le escribiera.

"Mi Amo, estas imágenes -el busto y mi rostro pegados al suelo, el cabello desparramado a sus pies, allí, entre sus piernas, el culo empinado sobre el que deja caer sus azotes-, estas imágenes, mí Amo, están grabadas en mi memoria. Me encantaría que mis dolores y mi ofrenda le conmovieran cada vez más, que me poseyera plenamente, y que a la vez me convirtiera en una criatura indispensable para usted y me ayudara a progresar en los dolores que le ofrezco. Le contaré los secretos de mi infancia y le proporcionaré un goce infinito. Saciaré sus deseos más profundos. No ha hecho más que rozar mi universo. Conmigo, viajará muy lejos.

Sueño con estar de nuevo atada a sus pies. Sueño con vivir en usted, con tener la piel marcada permanentemente, la piel mordida por su látigo, sueño con lamerle allí donde desee: lamerle la piel, los pies, el sexo, el interior de sus muslos. Déme más... y más."









Annick Foucault
El ama. Memorias de una dominadora


*Ilustraciones: Alain Bonnand -Vous avez dit Bizarre-




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