miércoles, 14 de abril de 2010

Guai I




(...)

Nada más entrar le solté: “Tengo muchas cosas que deciros…”. No me dejó continuar. “¡Jodamos antes!”, replicó él, metiéndome mano al coño.










No me molestó, pues tampoco sabía muy bien qué decirle. Simulé debatirme, como había hecho con mi tío y mi padre. Pero, a pesar de toda mi preparación, sus intentos fueron una vez más inútiles. No me atrevía a aconsejarle que utilizara mantequilla, temiendo parecerle demasiado instruida; confiaba en que se le ocurriera, pero no fue así. “¡Eres endiabladamente virgen!” , dijo, tuteándome… Me hizo tumbarme boca abajo, escupió en el agujero posterior y hundió en él su aparato, con infinitos esfuerzos. Proferí gritos terribles, pero me tenía tan sujeta, mientras me empalaba, que no podía moverme. Le secundé, tratando de sentir menos dolor, y mi respuesta hizo que me corriera. ¡Parecía como si tuviese el timón de un arado en el culo!... La retirada no estuvo desprovista de placer… “Vales tu peso en oro -me dijo-, ¡y eso que sólo he probado tu culo! -Luego me pidió perdón- : Tu hermoso coño, tu precioso culo, tus blancas tetas me han sacado de quicio, y como no podía metértela en el coño, te la he metido en el culo… ¡Perdóname, encantadora amante!”.









El culo me dolía terriblemente. Guai me lo hizo poner en agua tibia y, después, lo besó e incluso lo lamió, llegando en alguna ocasión al coño. Se empalmó de nuevo, pero era tarde y quise marcharme. Tuvo que acompañarme en un coche de alquiler, pues a causa del dolor apenas si podía caminar. Con todo, en el coche me hizo masturbarme mientras él hundía la nariz en uno de mis coquetos chapines, que había sacado de mi pie y en el que acabó descargando. De pronto, en pleno delirio placentero, me dijo: “Reina mía, es evidente que mi picha es demasiado grande para ti. Elige algún guapo joven para que te desflore, y yo encontraré el modo de que lo tengas, sin que ello te comprometa”. Aquello me agradó… Cuando llegamos, Guai me ayudó a subir a casa. Me metí en la cama y el sueño aplacó el fuego que tenía en el culo.
Al día siguiente fui a visitar a mi padre y le conté todo cuanto Guai me había hecho y dicho. “Bien -concluyo al final de mi relato-. Es obvio que tienes temperamento… Serás jodida en el coño, el culo, la boca… y serás feliz.
Os casaréis dentro de ocho días, pero antes te buscaré un jodedor que la tenga más grande que yo. Entre tanto, voy a metértela: todo es poco para agrandar un coñito tan coqueto.” Mi padre me encoñó y repitió el acto tres veces. “¡Sigues siendo virgen!”, exclamó. A lo que repliqué. “Pues ayer mi miserable tío me violó tres veces con su gran miembro.” “¡Tres veces! –soltó mi padre-. ¡Qué coñito tan juguetón tienes, hija mía! ¡Tu virginidad se podría vender un millar de veces sin el menor temor!... Tengo que volver a joderte…”.
Y volvió a joderme.




La Antijustina







*Fotografías: Arnis Krumins - arne -




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