viernes, 14 de mayo de 2010

Suguro I













...

Aquella mujer que le recordaba a su esposa despertó la curiosidad de Suguro.
- Ha dicho que trabaja en un hospital. ¿Es usted médico?
- No, no. Sólo soy asistenta voluntaria. Perdón, me llamo Naruse.
- Yo soy Suguro.
- Conozco muy bien su apellido y sus obras.
La conversación se cortó en aquel punto y ambos volvieron a concentrarse en sus respectivas tazas de café. Suguro leyó el título del libro que la mujer había colocado debajo del bolso. Era la obra de un crítico que tenía una amplia acogida entre los jóvenes.
- ¿De modo que incluso lee libros como ése?
- Me encanta leer –replicó ella, en tono defensivo-. No entiendo gran cosa, pero no puedo apartar las manos de un libro cuando lo cojo.
- El autor de esa obra es muy crítico conmigo, en mi opinión. Dice que me asusta el sexo… -Suguro sonrió con deliberada ironía. La mujer no dijo nasa y, al contemplar su expresión de desconcierto, Suguro llegó a la conclusión de que conocía la obra.- Ha leído usted ese artículo, ¿verdad? -Ahora su tono era serio.
- Sí.
- Cada escritor tiene su universo particular. Los temas que yo he tocado no han tenido que ver con el sexo…, pero eso no significa que haya evitado el asunto. Creo que lo he tratado, en cierta medida.
Pensó que estaba insistiendo demasiado en el tema y calló.
- Sí, recuerdo que usted escribió una vez que la psicología del sexo se parece al estado mental en que una anhela a Dios –asintió con gesto suave la mujer-. No recuerdo en qué obra lo escribió…
- En una recopilación de ensayos, hace unos cinco años. Estaba asombrado de que aquella mujer conociera su obra hasta el punto de estar familiarizada con sus ensayos. Por su manera de hablar, parecía saber mucho de muchas cosas. Tal vez se dedicaba a algún trabajo intelectual.
- Después de haber leído mis obras, ¿está usted… de acuerdo con ese crítico?
- No sé mucho de cuestiones difíciles como ésta, pero me he dado cuenta de que siempre asocia sexo con pecado, tal vez por ser cristiano.
- No soy ninguna cría recién entrada en la pubertad –protestó él. Pero se daba cuenta de que en lo más profundo de su ser la influencia cristiana que le acompañaba desde su juventud le había llevado a crear una distinción entre sexo sano y nocivo. El sexo sano era…; pensó en el rostro de su esposa y supo que una atmósfera de obligación había envuelto constantemente sus relaciones conyugales. Con todo, él había encontrado una considerable satisfacción en tales relaciones, y su esposa jamás había expresado una palabra de protesta. Suguro no podía ni imaginarse a su esposa expresando el menor disgusto en tales temas.
- Bien, si me perdona la pregunta, ¿cuál es su opinión sobre el sexo?
Era una pregunta absolutamente impertinente que no debería haber dirigido a una mujer casi tan vieja como su esposa, y mucho menos cuando era la primera vez que hablaban. Sin embargo, Suguro tenía necesidad de oír alguna réplica perversa.
- Para serle totalmente franca, el sexo me da miedo –sonrió ella.
- ¡Vaya! Si yo hablo como un cristiano, usted parece una virgen.
- No, no es eso lo que quiero decir… Creo que nuestra conducta erótica expresa nuestros secretos más profundos, aquellos que ni siquiera la propia persona conoce conscientemente.
- ¿Los secretos que uno mismo desconoce?
- Sí
Cuando Suguro escuchó estas palabras, su memoria revivió de pronto el sueño que había tenido aquella noche. Cuando había robado una mirada furtiva a Mitsu, semidesnuda en el baño…




pág. 48-50










Escándalo
Shusaku Endo




No hay comentarios: