martes, 20 de julio de 2010

Miradas XXV














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Era extraño estar casada con él. La convertía en un ser vago y silencioso, como si se estuviera hundiendo, quieta y pesada, por debajo de la superficie de la vida, para yacer en las profundidades del no ser.
La extraña, pesada y positiva pasividad. Por primera vez en su vida, Kate se sentía completamente descansada. Y charlar, y pensar se habían convertido en cosas triviales y superficiales para ella: como lo son las olas rizadas en la superficie del lago para las criaturas que viven en la tranquila profundidad del agua.
En su alma, era todavía silenciosa y altiva. Si por lo menos su cuerpo no hubiera sufrido la insoportable náusea del cambio. Se sentía sumergida en un descanso final, dentro de un cosmos grande y abierto. El universo se había abierto para ella en toda su novedad y grandeza, y la había acogido en el lecho profundo del puro reposo.

Casi se parecía a Teresa en su seguridad.








*Fotografía: Nobuyoshi Araki

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