martes, 8 de julio de 2008

Aduanero







Clovis_Trouille nació en la minúscula población de La Fére en 1889 y estudió en la escuela de Bellas Artes de la vecina Amiens. Empezó ahí a ejercitarse como ilustrador publicitario o colaborando con sus dibujos en la prensa local para instalarse definitivamente en París en 1920. En la capital trabajará para una misma empresa, Pierre Imans, que fabrica maniquíes para escaparates o personajes para atracciones de feria. Trouille se ocupará de maquillar y decorar esas figuras, en la mayoría de los casos femeninas.

Dotado de una buena formación académica, convencido de que sólo la figuración tiene sentido y gran aficionado a la fotografía, Clovis Trouille se sirve de esos tres parámetros para componer sus telas, de naturaleza altamente simbólica, siempre atravesadas por el humor. En ellas ridiculiza todos los poderes –el económico, el militar, el político, el religioso- en unas composiciones que son antecedentes de la figuración narrativa y del pop art. Respecto a la primera está el deseo de contar algo, de poner en relación los personajes, de reflexionar sobre un acontecimiento. Respecto al segundo movimiento, anticipa la utilización de toda una iconografía popular, así como la de técnicas de reproducción en serie.

La obra de Trouille es abiertamente erótica. Los desnudos femeninos no son ejercicios de estilo sino objetos de deseo. La obsesión por las nalgas y los pechos de las mujeres, siempre maquillados de un rojo oscuro, remite a esos maniquíes de los que Trouille vivía. Las escenas son variadas: una pareja de amantes se besa dentro de la iglesia; una monja fuma dejando ver su atrevida corsetería; llueve medallas sobre los muertos de la Primera Guerra Mundial; André Breton intenta burlar la vigilancia de los gendarmes que controlan la prisión de artistas y, sobre todo, Clovis Trouille pone en escena su propia muerte, ya sea en el ataúd y siendo objeto de una felación por parte de una dama de la que sólo vemos dos hemisferios blanquecinos, o en una comitiva en la que participan todas las fuerzas vivas.












¿Buen pintor? Nunca pretendió serlo. Es más, la simple idea de preocuparse por la precisión de la pincelada o por resolver los problemas de perspectiva se le antojaba una pérdida de tiempo. Trouille era un espíritu libre e iconoclasta al que un contemporáneo definió espléndidamente diciendo que era "un Aduanero Rousseau con huevos". Y quizá por eso, por su carácter directo, por su antiintelectualismo y su voluntario mal gusto, el "Papa" André Breton, que tenía uno de sus cuadros, nunca quiso incluirlo en ninguna antología de pintura surrealista.
















_CANTO PARA CLOVIS TROUILLE_

El nácar crepuscular de unas uñas leoninas.
El antifaz concebido como brote de musgo de un rostro cautivo de sus propios desatinos.
La pantera feroz en contraste perfecto con los erectos senos y con las axilas en flor.
Las manos diamantinas que al rozar la oscuridad de una cabellera bermeja parecen sostener todo el peso del Universo.
La imagen instantánea de tantos óleos magnetizados por la brisa de lo irracional.
La orgía de las fuentes lumínicas enardecidas por las bellas muchachas rendidas.
La orgía del negro incorruptible y la desazón perpetua del tirano en retirada detrás de las bambalinas del paraíso y del infierno del trazo impresionista.
El desvío de los ojos de la pecadora que desea transformarse durante una tormenta de nieve en jeroglífico de carne espléndida.
La barca que le sirve al soñador como instrumento musical.
El maniquí recién maquillado arrojado a las fieras desveladas.
El obelisco que apunta sus crepúsculos silenciosos hacia un decorado pleno de costuras delirantes.
Las rosas que hipnotizan.
Los cortes abruptos en la arquitectura del colibrí del vals de lo inesperado.
El exhibicionismo durante un descarrilamiento o una penetración amorosa a la luz de una vela enervada a la luz de un glande que no acepta negativas.
El humo indomable de una boquilla de nácar.
Las telarañas adormecidas por la canícula y los cielos bajos que aquietan a los palmares.
El gabinete para sosiego de prestidigitadores.
Clovis el pintor de los sueños inconclusos de las medias negras de seda inalterable de las diademas de almendro de las serpientes para ornar el paseo.
Clovis muestra el secreto del origen del mundo encerrado en una mirada siempre la misma siempre otra.



Alejandro Puga -EL LIBRO AMOROSO-






Quel cul t'as (Qué culo tienes). CT



















































Rechazo la moral de la sociedad burguesa, la farsa de su religión, la moral de sus curas, su patrio culteranismo. Deseo lo contrario, una sociedad sin fronteras”. Clovis TROUILLE (1889-1975) . Article en frances















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