viernes, 13 de febrero de 2009

Lectoras XIII









"Te observa escondido tras el follaje" . Maestro Yuko














Él le habló. Ella lo vio mover la boca pero se aisló del sonido de su voz. No quería escuchar. No quería contestar. Le oyó elevar el tono. Su voz tenía un deje de irritación debido a su falta de respuesta. El habló de confianza mutua. Al cabo de unos minutos se calló. Ella ignoró su mirada. Luego él se encogió de hombros y empezó a ajustarle las correas. Le apretó el correaje del pecho un agujero más y se inclinó sobre ella.
De repente, del modo más brusco que pudo y hasta donde las correas le permitieron, ella se giró a la izquierda, alejándose de él. Subió las rodillas hasta la barbilla e intentó pegarle una fuerte patada en la cabeza. Apuntó a la nuez y, con la punta del dedo de un pie, le dio en algún sitio por debajo de la barbilla. Pero, como él estaba prevenido, ya había apartado el cuerpo, de modo que todo se quedó en un ligero golpe, apenas perceptible. Intentó darle otra patada pero él ya se encontraba fuera de su alcance.
Dejó caer las piernas sobre la litera.
La sábana de la cama colgaba hasta el suelo. El camisón se le había subido muy por encima de las caderas.


Permaneció quieto un largo rato sin decir nada. Luego se acercó hasta el correaje de los pies. Ella intentó subir las piernas pero él le agarró un tobillo. Con la otra mano le bajó la rodilla a la fuerza y le aprisionó el pie con la correa. Pasó al otro lado de la cama y le inmovilizó también el otro pie.
De esta manera quedaba completamente indefensa.
Recogió la sábana del suelo ya la tapó. La contempló en silencio durante dos minutos. En la penumbra, ella pudo sentir su excitación, a pesar de que él no la demostró. Pero seguramente estaba teniendo una erección. Ella sabia que él deseaba acercar una mano y tocarla.
Luego él dio media vuelta, salió y cerró la puerta. Lo oyó echar el cerrojo, cosa completamente innecesaria, ya que ella no tenía ninguna posibilidad de soltarse.
Se quedó varios minutos contemplando el fino rayo de luz que se filtraba por encima de la puerta. Luego se movió, intentando hacerse una idea de lo apretadas que estaban las correas. Fue capaz de subir un poco las rodillas, pero tanto las correas de los pies como el resto del correaje se tensaron en el acto. Se relajó. Permaneció completamente quieta mirando al vacío.

Aguardaba. Fantaseó con un bidón de gasolina y una cerilla.
Lo vio empapado de gasolina. Podía sentir la caja de cerillas en la mano. La movió. Produjo un sonido áspero y seco. La abrió y eligió una. Le oyó decir algo pero hizo oídos sordos y no escuchó sus palabras. Vio la expresión de su rostro cuando acercó la cerilla al rascador. Oyó el chasquido que el fósforo produjo contra el rascador. Fue como el prolongado estallido de un trueno. Todo ardió en llamas.
Una dura sonrisa se dibujó en sus labios. Se armó de paciencia.
Esa noche cumplía trece años.




Fragmento del prólogo.







La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina
Ed. Destino 2008
Segundo libro de la trilogía Milenium de Stieg Larsson
























































Las portadas de la trilogía son obra del pintor Gino Rubert.
Hijo de filósofo, nacido en México y educado en la cultura catalana.
Su pintura es onírica, morbosa, descorazonadora, atractiva y, a mi entender, completamente barroca.

Arriba una muestra de su obra.
Técnica mixta sobre tela.









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