domingo, 29 de marzo de 2009

Baltusz













"Es posible ser realista de lo irreal y figurativo de lo invisible".
"Aborrezco la palabra artista y encuentro la palabra creación pretenciosa".
"Comprendí que la imbecilidad aumenta sin cesar en nuestro mundo. Es como una avalancha. Soy pesimista".





Balthasar Kłossowski de Rola, Balthus, nació en París en 1908. Aprende a pintar en el Museo del Louvre y en Italia, su pintura a base de tempera está influenciada por los primitivos italianos. En los años treinta, sus lienzos impregnados de turbio erotismo provocarán un cierto escándalo. Su obra está marcada por Cumbres borrascosas de Emiliy Brontë, cuya atmósfera reconocemos en sus enigmáticos retratos de muchachas. Fue director de Villa Médicis entre 1961 y 1976.
Una figura misteriosa que se define como medieval, repartió su vida entre el ascetismo y el epicureísmo.



























Soy autodidacta. Aprendí a pintar haciendo copias en el Louvre, de Poussin sobre todo, que fue de alguna manera mi primer maestro. De él me ha gustado todo: sus colores, su forma angélica y atemporal de pintar, sus mujeres también, que han influido mucho en mi trabajo.

Un día, en Venecia, paré a alguien por la calle para pedirle fuego: Mi dà un fuoco? Me respondió: Ti do anche il culo (Te doy hasta el culo)… Fammi vedere (Déjame ver), le repliqué ¡Non mi piace! (No me gusta). Luego le di la vuelta y le toqué el torso: ¡¡Pero los pòppe (tetas)…!!

Me desconcierta terriblemente descubrir que tras todos los años que he pasado pintado, continúo sin saber qué es la pintura. Siempre quise ser pintor, desde mi más tierna juventud, también desde entonces, mi forma de pintar no ha cambiado. Nunca he cesado de ver las cosas como las veía cuando tenía doce años; es decir, nunca he cesado de observar maravillado lo que me rodea.











































El espejo juega un papel muy importante en mi trabajo. Me permite ver todo en imagen invertida y detectar los defectos. Han dicho que yo hacía que mis modelos llevaran espejo, o que ponía un espejo en mis cuadros, para incitar a soñar, pero ni de lejos es mi intención. Los sueños no me interesan.













El feudalismo es el sistema que prefiero, el que se mantuvo durante más tiempo en la Historia. Era un sistema que reposaba sobre el deber de protección del señor hacía sus vasallos. Si faltaba a ese deber o se comportaba de manera injusta o cruel, era destituido inmediatamente. Los intercambios humanos entorno a la protección me gustan mucho. Creo que soy un hombre profundamente feudal.

Mi primer gato se llamaba Mitsou. Desde entonces, siempre he vivido rodeado de gatos. Como ellos, no me gusta obedecer, como ellos, soy autodidacta y no aprecio demasiado los lugares comunes. Como yo, son a veces crueles, pero nunca vulgares. Reivindico mi naturaleza gatuna.

Me gusta la flema inglesa. Adoro Gran Bretaña. Esa capacidad de conservar la cabeza fría en cualquier circunstancia me es totalmente ajena, lo que explica por qué me fascina. Yo soy un hombre muy afectivo, quizás demasiado… Mi juventud, sobre todo, fue un verdadero torbellino de sentimientos, exactamente como en Cumbres borrascosas que aparte he ilustrado. Me vi totalmente reflejado en esa obra, que describe perfectamente mi propia situación cuando era joven. Estaba muy enamorado de Antoinette –de Watteville- y quería, por encima de todo, conquistarla. Pero, Antoinette, además de ser una chica difícil, estaba ya comprometida con otro. Leía sus cartas todas las noches. Creo que, como Heathcliff, no quería dejar atrás la adolescencia. Conservo ese romanticismo, es decir, un personaje posesivo y robusto como mi pariente, Lord Byron.



“Siempre ha vivido en una atmósfera de amor y pasión. Es la llama absoluta” precisa Setsuko.




Soy un gran fumador. Fumo desde que pinto… Descubrí un día, en una revista científica, que fumar beneficiaba la concentración. Y es verdad que me ayuda mucho a concentrarme en el trabajo… No comprendo cómo hacían los pintores renacentistas para pintar sin fumar…

Me regalaron mi primer kimono en los años cincuenta, cuando fui por primera vez a Japón para preparar una exposición consagrada al arte de esta prenda. Desde entonces, forma parte de mis vestimentas cotidianas. Es una prenda muy cómoda y que me sienta bien. Me da mucha pena que ya no se lleve el kimono, pues representa una tradición muy hermosa. Soy un hombre de tradiciones. Setsuko, aunque ha recibido una educación tradicional japonesa, está muy influenciada por la moda moderna y occidental. Le dije que había que continuar llevando kimono, lo cual hace desde entonces.





















No podría pintar una mujer desnuda. Encuentro la belleza de las jóvenes más interesante y perfecta que la de las mujeres. Encarnan la evolución, lo que va a ser, simbolizan, en suma, la belleza más perfecta. La mujer es un ser ya situado en el mundo, mientras que la adolescente –de la palabra adolescente, “crecer”- no ha hallado su lugar. El cuerpo de la mujer está generalmente demasiado definido; el cuerpo de una joven muchacha es más hermoso. Es justamente entorno a esta historia de jovencitas que reside el malentendido respecto a mi pintura. Calificar mi obra de erótica es estúpido; las jovencitas son seres sagrados, divinos, angélicos. Finalmente, el único punto en común entre el pobre Nabokov y yo, es el sentido del humor.


-Algunos de sus cuadros contradicen su “visión tan inocente” de la adolescencia-.






La obra de Pierre -su hermano- es un diamante negro. La atracción por lo morboso y las seducciones de la perversidad y el sadomasoquismo de mi hermano forman parte a menudo de su imaginario. Inspirado por la divinidad concibe aventuras transgresivas.














La conocí durante un viaje a Japón, cuando dirigía Villa Médicis. Malraux me había enviado allí para preparar una exposición de arte japonés en París. Es en cierta medida a él a quién debo el haberla conocido. Le estaré eternamente agradecido. Setsuko tenía veinte años. Me impresionó la gran belleza de esta modern jaru “chica moderna”. Desde ese día, se convirtió en uno de los pilares de mi existencia.

Lanzo una llamada de socorro para salvar la pintura, pues el amor por la pintura ha muero. Creo incluso que, ahora, la pintura ya no existe. No logro comprender qué hacen los pintores en la actualidad; a eso se le llama “arte contemporáneo”… Para mí es algo realizado sin ningún dominio. En la pintura, no hay verdaderamente reglas pero, no obstante, existe un dominio que adquirir, más concretamente un dominio técnico. Todo el mundo en otros tiempos poseía ese dominio, hasta el pintor más simple, menos dotado. La pintura era entonces un verdadero oficio. Hoy en día, al contrario, pintar se resume en hacer cualquier cosa.
Actualmente, también sentimos vergüenza por las cosas populares, las cuales, por otro lado, están desapareciendo poco a poco. Ahora bien, antiguamente, la gran pintura se nutría del arte popular, no había diferencia entre las dos. Y cuando alguien quería ser pintor debía aprender.
Quizás la modernidad consista en no saber hacer frases con la pintura. La única modernidad que admito es la que entiende Baudelaire.





Fidelidad. La virtud que más aprecio es la fidelidad. Obra


*Fragmentos de conversaciones recopiladas por Cristina Carrillo de Albornoz del libro “Balthus”.
Ediciones Assouline.







1 comentario:

Madame X dijo...

Balthus tuvo siempre un estilo muy personal. Ese es uno de los mayores méritos de su obra, para mi gusto.

Su hermano Pierre es un personaje más fascinante aún.