sábado, 23 de mayo de 2009

Ítaca













Cuando el viaje emprendas hacia Ítaca,
pide porque sea larga la jornada,
colmada de aventuras y experiencias.
No deben asustarte, Lestrigones
ni Cíclopes, ni el airado Poseidón,
que nunca te saldrán en el camino,
si piensas alto, si unas emociones
escogidas te afectan alma y cuerpo.
No los encontraras, ni a Lestrigones
ni a Cíclopes ni al fiero Poseidón,
si no los llevas tú dentro del alma,
si tu alma no los hace erguirse enfrente.

Pide porque sea larga la jornada.
Que abunden, las mañanas de verano
cuando (¡con qué delicia, qué alegría!)
entraras en un puerto nunca visto;
detente donde venden los fenicios
y cómprales las bellas mercancías,
nácares y corales, ámbar y ébano,
toda clase de esencias voluptuosas,
perfumes voluptuosos sobretodo;
llega hasta Egipto, a ver cuidades, muchas,
y aprende, aprende de los sabios, siempre.

Ten a Ítaca fija ante la mente.
Llegar allí es tu vocación. No debes,
sin embargo, forzar la travesía.
Mejor que se prolongue muchos años;
que arribes a tu isla siendo viejo,
rico con lo ganado en el camino,
sin esperar enriquecerte en Ítaca.

Ítaca te dio ya la travesía.
Sin ella, no hubieras emprendido
la jornada; y no puede darte más.

Y si la encuentras pobre, no hay engaño.
Te hiciste sabio y experimentado:
ya entiendes el sentido de las Ítacas.






Constandinos Cavafis
Traducción J. Ferraté Mora





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