lunes, 25 de enero de 2010

Las diez ciruelas










Un día que Esopo estaba solo, se desnudó y frotándose las manos y agitándose, empezó a hacer el acto deshonesto, propio de los pastores. La mujer de Janto, sorprendiéndole súbitamente desde la casa, preguntó:

-Esopo ¿qué es eso?

-Me hace bien y es útil para el vientre -dijo.

Ella, cuando vio el tamaño y el grosor de su miembro, quedó cautivada y olvidándose de su fealdad, se consumió en deseos. Le llamó aparte y dijo:

-Si me haces ahora sin rechistar una cosa agradable, estarás más contento que tu amo.

El respondió:

-Sabes que si mi amo se entera me va a pagar, con razón, con una desgracia no pequeña.

La mujer, sonriendo, dijo:

-Si me haces diez veces el amor te regalaré un manto por vestido.

-Júralo -replicó Esopo.








Ella, ya cachonda, se lo juró. Esopo la creyó y como quería también vengarse de su amo, realizó su deseo hasta nueve veces y exclamó:

-Señora otra no puedo.

Ésta, habiéndole sacado el gusto, le recordó:

-Si no me satisfaces diez veces, no recibirás nada.

Entonces, muy cansado, se corrió en el muslo y dijo:

-Dame el manto, porque te lo reclamo ante el amo.

Ella le contestó:

-Yo te asalarié para cultivar mi campo, pero tú pasaste de la valla y trabajaste el del vecino. Así que, házmelo una vez más y toma el vestido.

Entonces, Esopo se acercó a Janto, que venía y le dijo:

-Amo, júzgame junto con mi ama.









Janto al oírlo dijo:

-¿Qué?

-Amo -repuso Esopo-, la señora iba conmigo, cuando vio un ciruelo cargado de fruta. Se fijó en una rama que estaba llena, se encaprichó y dijo: "si eres capaz de tirarme con una piedra diez ciruelas, te doy un manto". Conque yo disparé, acerté con una sola piedra y le conseguí las diez, pero una de ellas fue a caer al estiércol y ahora no quiere darme el manto.

Oyendo esto la mujer dijo a su marido:

-Reconozco haber recibido las nueve, pero no cuento la que cayó al estiércol, que tire, pues, de nuevo, me deje caer una ciruela y que se lleve el manto.

Esopo contestó:

-Ya no doy fruto para más.

Entonces, Janto sentenció que se le diera el manto a Esopo y le dijo:

-Esopo... como estoy cansado, ven conmigo afuera, antes de que sea la hora de comer para dar una vuelta. Y a la vez, vas a sacudir el ciruelo y llevas a tu señora la ciruela que falta, para que tengas tu manto.

La mujer le dijo:

-Que se haga así, señor. Yo, como has mandado, le daré el manto.





Fábulas de Esopo. Vida de Esopo. Fábulas de Babrio.
Madrid, Gredos, 1978, pp. 244-246







El perfume, 2006 - La chica con las ciruelas -







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