Erzsébet Báthory, más conocida por Elizabeth Báthory o ‘
La Condesa Sangrienta’ vivió hace casi cinco siglos en la remota Hungría y ha pasado a la posteridad por el gran número de crímenes que se supone realizaba para mantener su belleza. (
vida y leyenda)
La nieve, suspendida del cielo pero dispuesta a seguir cayendo, creaba ese ambiente propio del desierto, del invierno, de la montaña, donde todo es sólo estepa estéril, donde los límites se disuelven, donde desaparece todo sentimiento de responsabilidad. La muchacha llegó llorando. La empujaron dentro de la carroza, ante la Condesa, que se puso a morderla frenéticamente y a pellizcarla donde podía. Debió de ser entonces, como era frecuente tras tan crueles libertades, cuando la Condesa cayó en uno de esos trances que, precisamente, buscaba.
Mientras las damas de compañía rodeaban solícitamente a su señora, en medio de la habitual turbación, la joven campesina se escabulló fuera de la carroza, sin hacer ruido en la blanda nieve, y dejó borrarse en el horizonte ya gris de los cortos días invernales el maldito coche con su vampiro dentro. Permaneció así mientras caía la noche, a la que estaba acostumbrada, poniéndose nieve en las mordeduras, atemorizada sin embargo, escuchando si los animales de la llanura comenzaban a merodear. Pero ya en la lontananza del camino se había inmovilizado un bulto negro. De repente, hubo mucha agitación en torno al bulto, se encendieron antorchas. La campesina echó a correr y emprendió la huida por el campo. Pronto la cogieron y la llevaron de nuevo hacia el coche donde los lacayos, Dorkó y Jó Ilona la esperaban. Dorkó vociferaba. Pero la Condesa, inclinándose, le murmuró unas breves palabras al oído.
Cuando llegaron a las cercanías del castillo de Ilava, muy próximo, los lacayos fueron a sacar agua de debajo del hielo de los fosos, de entre los juncos que el invierno había secado. Jó Ilona le había arrancado la ropa a la joven sirvienta y la tenía, desnuda, de pie en la nieve, en medio del corro de las antorchas. Le echaron por encima el agua, que se le congeló instantáneamente sobre el cuerpo. Erzsébet miraba desde la portezuela de la carroza. La muchacha intentó débilmente moverse hacia el calor de las antorchas; volvieron a echarle agua. No pudo caer, al no ser ya más que una alta estalagmita muerta, con la boca abierta, que se veía a través del hielo. La enterraron al borde del camino, en el campo, bajo la nieve. Hundieron un poco el cadáver en la tierra, donde germinan los bulbos del tulipán silvestre y de la almizcleña azul que florecerán al llegar la primavera.
Fragmento de "La Condesa Sangrienta" de Valentine Penrose. Ed Siruela, 1987
En 1962 la escritora francesa
Valentine Penrose publicó La Condesa Sangrienta, una especie de biografía novelada sobre la condesa Báthory. Algunos años después, basándose en el libro de Penrose,
Alejandra Pizarnik escribiría, con el mismo título, una narración compuesta de once fragmentos en los que se relatan, de forma breve los momentos clave del libro de Penrose.
No estamos ante un género claramente diferenciado, sino más bien ante una sutil fusión entre el ensayo, la novela y la poesía. Sus páginas nos ofrecen descripciones fragmentarias de lo que supuestamente aconteció entre las paredes del castillo de Čachtice.
"Un conocido filósofo incluye los gritos en la categoría del silencio. Gritos, jadeos, imprecaciones, forman una "sustancia silenciosa". La de este subsuelo es maléfica. Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar. Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos, agujas, atizadores; que torturan muchachas, que luego entierran. Como el atizador o los cuchillos, esas viejas son instrumentos de una posesión. Esta sombría ceremonia tiene una sola espectadora silenciosa".
"Había en Nuremberg un famoso autómata llamado "la Virgen de hierro" (doncella de hierro). La condesa Báthory adquirió una replica para la sala de torturas de su castillo de Csejthe. Esta dama metálica era del tamaño y del color de la criatura humana. Desnuda, maquillada, enjoyada, con rubios cabellos que llegaban al suelo, un mecanismo permitía que sus labios se abrieran en una sonrisa, que los ojos se movieran.
La condesa, sentada en su trono, contempla. Para que la "Virgen" entre en acción es preciso tocar algunas piedras preciosas de su collar. Responde inmediatamente con horribles sonidos mecánicos y muy lentamente alza los blancos brazos para que se cierren en un perfecto abrazo sobre lo que está cerca de ella -en este caso una muchacha-. La autómata la abraza y ya nadie podrá desanudar le cuerpo vivo del cuerpo de hierro, ambos iguales en belleza. De pronto, los senos maquillados de la dama de hierro se abren y aparecen cinco puñales que atraviesan a su viviente compañera de largos cabellos sueltos como los suyos.
Ya consumado el sacrificio, se toca otra piedra del collar: los brazos caen, la sonrisa se cierra así como los ojos, y la asesina vuelve a ser la "Virgen" inmóvil en su féretro".
"Tapizada con cuchillos y adornada con filosas puntas de acero, su tamaño admite un cuerpo humano; se la risa mediante una polea. La ceremonia de la jaula se despliega así:
La sirvienta Dorkó arrastra por los cabellos a una joven desnuda; la encierra en la jaula; alza la jaula. Aparece la "dama de éstas ruinas", la sonámbula vestida de blanco. Lenta y silenciosa se sienta en un escabel situado debajo de la jaula.
Rojo atizador en mano, Dorkó azuza a la prisionera quien, al retroceder ---y eh aquí la gracia de la jaula---, se clava por si misma los filosos aceros mientras su sangre mana sobre la mujer pálida que la recibe impasible con los ojos puestos en ningún lado. Cuando se repone de su trance se aleja lentamente. Han habido dos metamorfosis: su vestido blanco, ahora es rojo y donde hubo una muchacha hay un cadáver".
... sus últimas palabras, antes de deslizarse en el desfallecimiento concluyente, eran: "Más, todavía más, más fuerte!"
Dos creaciones literarias, cuyas autoras son Valentine Penrose y Alejandra Pizarnik, acompañan nuestras reflexiones sobre las vicisitudes de la formación del psiquismo de una mujer y los avatares de sus padecimientos.
Así comienza la introducción de un tercer escrito sobre la condesa que amplia y enmarca al personaje en una época y sus circunstancias.
Báthory. Acercamiento al mito de la Condesa Sangrienta
Isabel Monzon -
texto completo-
Feminaria Editora. Buenos Aires. 1994.
"La Condesa Sangrienta" de Pizarnik apareció primero en la revista "Diálogos" y en "Testigo". En 1971 fue publicado como libro por la editorial Aquarius.
Ahora, casi 40 años después la editorial "Libros del Zorro Rojo" lo rescata y lo ilumina con las ilustraciones simbolistas del artista argentino Santiago Caruso, el cual ha trabajado durante años este texto y que ahora complementa con 26 estampas que expresan esta leyenda con una belleza gótica y turbulenta.
El infierno de Erzsébet Báthory adquiere forma con los impactantes dibujos de Santiago Caruso.
"Leí el texto de Pizarnik en mi adolescencia y era perturbador. No se podrían entender las acciones de Erzsébet Báthory si no se reparase en el profundo temor a la muerte", explica Caruso.
Y añade: "Pizarnik escribe que 'nunca nadie no quiso de tal modo envejecer, esto es: morir'. Quizás ese temor es el que me iguala al personaje y desde ahí puedo hablar. El artista es quien busca rescatar la belleza de entre la polilla.
Uno es enemigo de la muerte, y lucha desde el amor y el pensamiento. Aunque quizá aquí yo encarne a esta muerte para mostrar lo terrible y patético que puede ser el hombre cuando se hace con el poder sin límites", relata este artista.
Música: Béla Bártok "Sonata para violin solo -- Fuga"
Alejandra Pizarnik
La Condesa SangrientaIlustraciones
Santiago CarusoEditorial:
libros del zorro rojo
1 comentario:
Es curioso. Hace algunos años, en otro lugar, publiqué ese mismo fragmento de Alejandra Pizarnik sobre "La Condesa sangrienta".
Te regalo un poema de Alejandra, una de mis poetas preferidas.
EL MIEDO
En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
(de LAS AVENTURAS PERDIDAS)
Un beso.
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