¡HERMANA! Deshojábamos nuestros cuerpos ardientes
en una profusión sin fin y sin sentido…
era otoño y el sol -¿te acuerdas?- endulzaba
tristemente la estancia de un fulgor blanquecino…
Luego –los ojos grandes como carbones rojos-
te arreglas la toca, el velo… y sin ruido
te ibas, como una sombra, a la capilla aquella
perdida entre opulentos rosales amarillos…
Venían días tristes en que recogías…
mi amor se hacía más inmenso y más sombrío
y cuando tú surgías, más pálida que el agua,
encontrabas mi pecho como un pájaro el nido…
Tú creías que Dios te miraba… en las tardes
de huracán y tormenta temblorosa de frío
ibas, los ojos bajos, pegada a las paredes,
con el corazón asustado como un niño.
No es el amor de una mujer, en tres tiempos distintos; son tres tiempos del amor, a través de varias mujeres. Por eso ojos azules, ojos negros, ojos de oro… Porque los ojos del amor no son de un color preciso y, además, ¿Cuántas veces no hemos fundido en el momento del amor el ensueño con la realidad y luego el recuerdo ha tenido el color del ensueño? Tampoco tiene el amor una edad fija; es adolescente y maduro y otoñal…
Ha ido teniendo los años de mi corazón. Y la memoria del corazón no envejece, es siempre actual, engaña a los sentidos y vive por su cuenta. Amor ¿Cuándo es temprano, cuándo es tarde para ti? Nunca, nunca.
"Libros de amor"
- Pasión primera - Juan Ramón Jiménez
- Pasión primera - Juan Ramón Jiménez
*Fotografías: BT Charles - Gallery -
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