jueves, 30 de julio de 2009

J.R.J. III










Cuando huía, en un vuelo de tocas trastornadas
de la impetuosa voluntad de mi deseo
se refugiaba en un rincón, como una gata…
pero sus uñas eran más dulces que mis besos….

Se le veía el velo hasta los ojos mágicos;
surgían leves rizos del cortado cabello,
rizos que descubrían un jardin imprevisto,
¡aquellos rizos de oro en los ojos inmensos!

Y en la proximidad ardiente del placer de su carne
me incendiaba el olor de todos sus secretos,
aquel olor más fuerte para mí… y para ella…
¡qué el olor de los lirios y el olor del incienso!.





Libros de amor
Juan Ramón Jiménez







*Fotografía: Miguel Veturian Arana





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