domingo, 22 de noviembre de 2009

Juramento de piernas cruzadas I









(...)


Lisístrata.- ¡Estas mujeres! Las invitas a una bacanal y no se puede ni entrar; vienen todas volando y ¡ala! a tocar el timbal. Pero para esto, en cambio, no se presenta ni una. Calla, que aquí viene la vecina. ¡Buenos días, Cleónica!


Cleónica.- Buenos días, ¿Que pasa, que estas preocupada? ¡Hija, no pongas esta cara! ¡No te favorece nada!


Lisístrata.- ¡Es que se me enciende la sangreDamos pena, las mujeres! ¡Para empezar, los hombres nos tienen por unas sinvergüenzas!


Cleónica.- ¡Porque lo somos!


Lisístrata.- Las convoco por una cuestión de vida o muerte que tenemos que tratar y mira, ellas durmiendo, no aparecen.


Cleónica.- Ya vendrán, mujer. ¿No ves que no podemos salir de casa así como así? Tenemos que estar por el marido, por la esclava, cuidar de los niños, hacer la sopa, la colada…


Lisístrata.- , ¡pero hay cosas más urgentes y penetrantes!


Cleónica.- ¿Cosas penetrantes, dices? ¿Y como son de gordas?


Lisístrata.- ¡Uy, muy gordas!


Cleónica.- ¡Coño! ¡Y que esperan para venir!


Lisístrata.- No, no es lo que imaginas. Ya estarían todas aquí, si fuera eso. No, no. Hace días que me ronda por la cabeza una cosa que me hurga cada noche y me quita el sueño.


Cleónica.- ¡Ah, debe ser una cosa fina! ¿Y quieres decir que es por la cabeza por dónde te ronda? ¡Si tanto te hurga!


Lisístrata.- ¿Otra vez con eso? Sí, señora, una cosa muy fina. Los hombres son unos bestias. Tendríamos que agarrarlos y


Cleónica.- ¿Por donde?


Lisístrata.- ¡Y dale! Es la salvación de Grecia la que proyecto. De las mujeres, sí, de las mujeres depende


Cleónica.- ¡Pues sí que estamos bien!









(Llega Lampitó, con una mujer beocia y una corintia)


Lisístrata.- Aquí tenemos a Lampitó. Querida laconia, ¿Cómo estás, Lampitó? Cómo resplandece tu belleza, querida. Qué buen color, qué rozagante esta tu cuerpo. Ahogarías a un toro.

Lampitó.- Eso creo, por los dos dioses. Es que hago gimnasia y salto hasta darme con el pie en el trasero.

Cleónica.- ¡Qué bella cosa de tetitas!.

Lanpitó.- Me estás tentando como si fuera un animal para el sacrificio. (sólo se sacrificaban víctimas perfectas)

Lisístrata.- ¿Y de dónde es esta otra joven?.

Lampitó.- Es una respetable beocia que os ha venido.

Lisístrata.- Y como beocia, por Zeus, tiene un campo muy bello. (Pedíon, “campo”, se refiere tanto a la llanura de Beocia como al órgano femenino)

Cleónica.- Sí, por Zeus, y se ha depilado muy elegantemente el poleo. (el vello -sigue el doble sentido-)

Lisístrata.- ¿Y quién es la otra niña?

Lampitó.- De la nobleza, por los dioses, y corintia.

Cleónica.- De noble cuerpo es, por Zeus, por este lado y por este otro.

Lampitó.- ¿Y quién a convocado a esta tropa de mujeres?

Lisístrata.- Yo








Lampitó.- Cuéntame lo que quieres de nosotras.


Cleónica.- Sí, querida, dime qué es esa cosa importante que te traes.


Lisístrata.- Voy a decíroslo. Pero antes de decirlo, voy a preguntaros una cosa.


Cleónica.- Lo que tú quieras.


Lisístrata.- ¿No echáis de menos a los padres de vuestros hijos, que están lejos en campaña? Porque sé de sobra que todas tenéis lejos al marido.

Cleónica.- El mió hace cinco meses, mi pobre amiga, que está en Tracia vigilando a Eúcrates. (estratego ateniense, supuestamente venal; su nombre se introduce burlescamente en vez del de una ciudad, que es lo que se esperaba).


Mirrina.- Y el mío lleva siete meses enteros en Pilo.


Lampitó.- Y el mío, si viene alguna vez de su unidad, agarra el escudo y se marcha volando.


Lisístrata.- No queda ni una chispita ya de amante. Desde que nos han traicionado los milesios no he visto ni un consolador de ocho dedos que pudiera sernos un alivio de cuero. ¿Queréis entonces, si encuentro una artimaña, poner fin conmigo a la guerra?.


Cleónica.- Por los dos dioses, yo bien querría, aunque tuviera que privarme de este vestido… y bebérmelo hoy mismo.


Mirrina.- Yo por mi parte, aunque me quedara como una platija, bien querría dar la mitad de mi misma, cortándome en dos.


Lampitó.- Yo hasta subiría arriba, al Taigeto, si es que voy a ver la paz.


Lisístrata.- Voy a hablar ya: porque el plan no debe quedar oculto. Nosotras, mujeres, si vamos a forzar a los hombres a hacer la paz, debemos abstenernos


Cleónica.- ¿De qué? Dínoslo.

Lisístrata.- ¿Vais a hacerlo?.

Cleónica.- Lo haremos, aunque tengamos que morirnos.

Lisíistrata.- Pues bien, debemos abstenernos del cipote. ¿Por qué volvéis los ojos? ¿Dónde vais? Vosotras, ¿Por qué chistáis y fruncís las cejas? ¿Por qué se os ha mudado el color? ¿Por qué se os corren las lágrimas? ¿Lo vais a hacer o no lo vais a hacer? ¿Por qué calláis?.

Cleónica.- No soy capaz de hacerlo: que siga la guerra.

Mirrina.- Ni yo, por Zeus: que siga la guerra.

Lisístrata.- ¿Eso dices, platija? Hace un momento aseguraste que te dejarías cortar por la mitad.

Cleónica.- Otra cosa, otra, la que quieras. Si es preciso, estoy dispuesta a marchar por medio del fuego. Esto antes que el cipote: no hay cosa como él, querida Lisístrata.

Lisístrata.- ¿Y tú?

Mirrina.- Yo también prefiero a través del fuego.

Lisístrata.- ¡Oh requeteputa toda nuestra raza! No en vano hacen de nosotras las tragedias: no somos otra cosa que “Posidón y barcos”.(se alude a la Tiro de Eurípides, en que esta heroína, seducida por el dios, expuso a sus dos hijos en un barco. Es decir, la naturaleza de las mujeres es siempre la misma). Pero, querida laconia –pues con que tú sola te pongas de mi parte, podemos salvar aún el asunto-, vota conmigo.

Lampitó.- Difícil, por los dos dioses, es que las mujeres duerman solas sin un miembro descapillado. Pero a pesar de todo: pues la paz nos hace mucha falta.

Lisístrata.- Queridísima, eres de entre éstas la única mujer.

Cleónica.- Y si nos abstuviéramos lo mas del mundo de eso que tú dices -¡ojalá no sea así!- ¿por eso va a haber mas paz?

Lisístrata.- Mucho más, por los dioses. Si nos quedáramos en casa bien pintadas y nos paseáramos desnudas en nuestras camisitas transparentes de Amorgos, con el triangulo depilado, y los hombres se pusieran calientes y quisieran acostarse con nosotras y no nos dejáramos, sino que nos priváramos de ello, harían la paz enseguida, lo sé bien.

Lampitó.- Así Menelao cuando vio, pasando a su lado, las manzanas (los pechos) de Helena desnuda, tiró la espada, según dicen.

Cleónica.- ¿Y qué si los hombres nos abandonan, amiguita?

Lisístrata.- Lo de Ferécrates, “despellejar una perra ya despellejada

Cleónica.- Son tontería esas imitaciones. ¿Y si nos cogen a la fuerza y nos meten a la fuerza en la alcoba?

Lisístrata.- Agárrate a la puerta.

Cleónica.- ¿Y si pegan?

Lisístrata.- Hay que ser fria como el hielo, porque no hay placer en las cosas a la fuerza. Y hay además que hacerles daño; descuida, pronto lo dejarán. Porque un hombre nunca tendrá placer si no va de acuerdo con la mujer.

Cleónica.- Pues si a vosotras dos os parece esto bien, también nosotras estamos de acuerdo (…)






Lisístrata.- Poned todas vuestra mano en la copa.


Lampitó; y que una diga en vuestro nombre lo que yo diga primero. Y todas juraréis esto y lo haréis firme: No hay amante ni marido


Cleónica.- No hay amante ni marido …


Lisístrata.- … que se me acerque en erección. Repite


Cleónica.- …que se me acerque en erección. Ay, se me aflojan las rodillas, Lisístrata.


Lisístrata.- Y en casa, sin mi toro, viviré


Cleónica.- Y en casa, sin mi toro, viviré …


Lisístrata.- … con mi vestido de azafrán y acicalada


Cleónica.- … con mi vestido de azafrán y acicalada …


Lisístrata.- … para que mi marido se incendie más y más.


Cleónica.- … para que mi marido se incendie más y más.


Lisístrata.- Y jamás, de mi grado, daré gusto a mi marido.


Cleónica.- Y jamás, de mi grado, daré gusto a mi marido.


Lisístrata.- Pero si él por la fuerza me violenta, sin desearlo yo


Cleónica.- … Pero si él por la fuerza me violenta, sin desearlo yo …


Lisístrata.- … seré tan fría como el hielo y no me moveré con él.


Cleónica.- … seré tan fría como el hielo y no me moveré con él.


Lisístrata.- No levantaré mis zapatillas hasta el techo


Cleónica.- No levantaré mis zapatillas hasta el techo…


Lisístrata.- … ni me pondré, leona a cuatro patas, sobre el rallador del queso.


Cleónica.- … ni me pondré, leona a cuatro patas, sobre el rallador del queso.


Lisístrata.- Si cumplo esto, pueda beber de ahí


Cleónica.- Si cumplo esto, pueda beber de ahí…


Lisístrata.- … mas si perjuro, que la copa se llene de agua.


Cleónica.- … mas si perjuro, que la copa se llene de agua.


Lisístrata.- ¿Juráis esto también todas vosotras?


Todas.- Sí, por Zeus.


Lisístrata.- Ea, voy a sacrificar ésta. (Bebe.)


Cleónica.- Tu parte solo, amiga, para que enseguida seamos todas amigas.







(Beben. Se oye un clamor lejano)


Lisístrata




*Ilustraciones: Aubrey Beardsley








'Lysistrata' –segunda parte del video-. Ilustraciones de Aubrey Beardsley, 1896.


Música: 'Minuetto' de Luigi Boccherini





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