lunes, 23 de noviembre de 2009

Juramento de piernas cruzadas II



(...)

(Entra Cinesias, esposo de Mirrina)

(...)




Mirrina.- ¿Y dónde se podría hacer eso calamidad?

Cinesias.- ¿Dónde? La cueva de Pan está bien.
Mirrina.- ¿Y cómo voy a entrar después pura en la Acrópolis? (después del acto sexual no se puede entrar, sin purificarse, en un lugar sagrado como la Acrópolis).

Cinesias.- Muy sencillo, te lavas en la Clepsidra (fuente situada debajo de la gruta de Pan.)

Mirrina.- ¿Y voy a violar un juramento, después de haberlo prestado, malvado?

Cinesias.- Que caiga sobre mí. No te preocupes del juramento.

Mirrina.- Ea, voy a traer para los dos una camita.

Cinesias.- De ninguna manera. Podemos hacerlo en el suelo.

Mirrina.- No por Apolo, no te voy a hacer acostarte en el suelo, aunque seas como eres. (Sale)

Cinesias.- (Para sí) Esta mujer me quiere, es bien claro.

Mirrina.- (Volviendo con la cama) Aquí está, échate de una vez, y ya me desnudo. Pero, ahora que me acuerdo, hay que traer una estera.

Cinesias.- ¿Qué estera es ésa? No me hace falta.

Mirrina.- Sí, por Artemis, es vergonzoso hacerlo sobre un catre.

Cinesias.- Déjame besarte.

Mirrina.- Un momento. (Se va)

Cinesias.- ¡Vaya! Ven aprisa.

Mirrina.- (Volviendo) Aquí está la estera. Échate, ya me desnudo. Pero, me olvidaba, no tienes almohada.

Cinesias.- Ni me hace falta para nada.

Mirrina.- Pero a mí sí. (Se marcha otra vez)

Cinesias.- ¿Es que mi miembro es Heracles invitado a un festín? (Era un tema tópico de la comedia el presentar a Heracles, caracterizado como glotón, quedándose sin el festín prometido)

Mirrina.- (Volviendo) Levántate, ponte de pie. (Cinesias se levanta, ella le pone la almohada) Ya lo tengo todo.

Cinesias.- Todo, todo. Ven aquí, tesorín.

Mirrina.- (Sin acercarse) Ya me suelto el sostén (en realidad un venda de tela que aprieta el pecho). Y acuérdate bien: no me engañes sobre la paz.

Cinesias.- Antes me muera, por Zeus.

Mirrina.- Pero no tienes cobertor.

Cinesias.- Ni falta que me hace, por Zeus, sólo quiero joder.

Mirrina.- No te preocupes, vas a hacerlo. Vuelvo enseguida. (Se va)

Cinesias.- Esta individua va a reventarme con sus mantas.

Mirrina.- (Volviendo con el cobertor) Levántate.

Cinesias.- Ésta está ya levantada.

Mirrina.- ¿Quieres que te perfume?

Cinesias.- Por Apolo, a mí no.

Mirrina.- Por Afrodita, si quieres como si no. (Se marcha otra vez)

Cinesias.- ¡Que se le vierta el perfume, Zeus poderoso!

Mirrina.- (Volviendo con un tarro) Pon la mano y frótate con el perfume.

Cinesias.- (Oliéndolo) Este perfume no es de buen olor, por Zeus, es “demorador” y no huele a sexo.

Mirrina.- Tonta de mi, he traído el perfume de Rodas.

Cinesias.- Es bueno, déjalo estar, maldita.

Mirrina.- Estás de broma. (Se marcha)

Cinesia.- (Para sí) Muera de mala muerte el primero que coció un perfume.

Mirrina.- (Volviendo con el tarro) Toma el tarro.

Cinesias.- Pero si tengo otro. Acuéstate, pesada, y no me traigas nada.

Mirrina.- Así lo haré, por Artemis. Ves, ya me descalzo. Pero, amor mío, que votes a favor de la paz.

Cinesias.- Pensare en ello. (Mirrina se escapa) Me ha matado y me ha reventado esta mujer con todo lo demás y se ha largado.
¿Qué hacer? ¿A quién joder por la mas bella desdeñado? ¿Cómo a esta hija (su miembro) dar crianza?.






(…)

(Llega un heraldo lacedemonio, en erección debajo de su manto. Sale a su encuentro un prítanis ateniense)



Heraldo.- ¿Dónde está el Consejo de Ancianos de Atenas o los prítanis? (componentes de la comisión permanente del Consejo durante una de las diez pritanías en que se dividía el año. Convocaban y presidían el Consejo y la Asamblea). Quiero comunicar noticias.

Prítanis.- ¿Quién eres? ¿Un hombre o Conísalo? (un dios itifálico del tipo de Pan)

Heraldo.- Soy un heraldo, joven, por los dioses, y he venido de Esparta para tratar la reconciliación.

Prítanis.- ¿Y traes una lanza debajo del sobaco?

Heraldo.- Yo no, por Zeus.

Prýtanis.- ¿Por qué te das la vuelta? ¿Por qué te cubres con la clámide? ¿Te ha salido algún bubón en la ingle, del viaje?.

Heraldo.- Este hombre esta loco, por Castor.

Prítanis.- ¿Estás en erección, diantre de hombre.

Heraldo.- Yo no, por Zeus.

Prítanis.- ¿Y entonces qué es eso que tienes ahí?.

Heraldo.- Una escítala laconia. (un bastón curvo que usaban para transmitir mensajes secretos)

Prítanis.- (Señalándose) Si ésta es también una escítala laconia. Anda, dime la verdad, que estoy enterado. ¿Cómo están las cosas en Lacedemonia?

Heraldo.- Toda Lacedemonia está bien derecha y los aliados todos están en erección; tenemos necesidad de las colodras. (mujeres)

Prítanis.- ¿Y de qué os ha venido el mal? ¿De Pan?

Heraldo.- No, empezó, me parece, Lampito, y luego las demás mujeres de Esparta, todas a la vez como si salieran de la misma raya (comparación con las carreras), nos han puesto a distancia de sus clavijas.

Prítanis.- ¿Y cómo estáis?

Heraldo.- Lo pasamos mal: vamos por la cuidad encogidos, como llevando una lámpara. Y las mujeres no nos dejan ni tocarles el mirto mientras que todos, de acuerdo, no hagamos la paz con Grecia.

Prítanis.- Esta es una conjuración general de las mujeres: ahora me doy cuenta. Bien, di que nos envíen lo mas deprisa embajadores plenipotenciarios para tratar la paz. Yo voy a decir al Consejo que escoja otros embajadores de aquí: les enseñare este pene mío.

Heraldo.- Ya vuelo, porque dices lo mejor sin duda alguna.









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