(...)
¿Cómo ha impuesto la verdad en mí? Estaba yo a punto de despegar de la prisión de mis imaginaciones, pero él me lleva a su habitación y vivimos un sueño, no una realidad. Me coloca donde quiere colocarme. Incienso. Adoración. Ilusión. Y el resto de su vida queda borrado. Surge con un alma nueva. Es la poción de los sueños de los cuentos de hadas. Las entrañas me arden y él apenas si lo advierte. Nuestros gestos son humanos pero hay un hechizo en la habitación. Es el rostro de June. Recuerdo, con gran dolor, una nota de él: «El momento más desenfrenado de toda la vida: June, de rodillas en la calle.» ¿Estoy celosa de Henry o de June?
Me pide que nos volvamos a ver. Cuando espero sentada en el sillón de su habitación, se arrodilla para besarme, es más extraño que todos mis pensamientos. Con su experiencia me domina. También domina con su mente, silenciándome a mí. Me susurra lo que ha de hacer mi cuerpo. Obedezco y nacen en mí nuevos instintos. Se ha apoderado de mí. Un hombre tan humano; y yo, de repente, descaradamente natural. Me maravilla estar allí, en su cama de hierro, con mi ropa interior negra rendida y pisoteada. Y mi impenetrable secreto desvelado por un hombre que se llama a sí mismo «el último hombre de la tierra».
Me pide que nos volvamos a ver. Cuando espero sentada en el sillón de su habitación, se arrodilla para besarme, es más extraño que todos mis pensamientos. Con su experiencia me domina. También domina con su mente, silenciándome a mí. Me susurra lo que ha de hacer mi cuerpo. Obedezco y nacen en mí nuevos instintos. Se ha apoderado de mí. Un hombre tan humano; y yo, de repente, descaradamente natural. Me maravilla estar allí, en su cama de hierro, con mi ropa interior negra rendida y pisoteada. Y mi impenetrable secreto desvelado por un hombre que se llama a sí mismo «el último hombre de la tierra».
Para nosotros, escribir no es un arte, sino como respirar. Después de nuestro primer encuentro respiré unas notas, acentos de agradecimiento, admisiones humanas. Henry estaba aún aturdido y yo exhalaba una irreprimible alegría. Pero la segunda vez no hubo palabras. Mi alegría era impalpable y aterradora. Crecía dentro de mí mientras andaba por las calles.
Transpira, resplandece. No puedo ocultarla. Soy una mujer. Un hombre me ha sometido. Qué alegría cuando una mujer encuentra a un hombre al que puede someterse, la alegría de la femineidad que se expande en unos fuertes brazos. Henry y June
Transpira, resplandece. No puedo ocultarla. Soy una mujer. Un hombre me ha sometido. Qué alegría cuando una mujer encuentra a un hombre al que puede someterse, la alegría de la femineidad que se expande en unos fuertes brazos. Henry y June
"Siempre hubo en mí, al menos, dos mujeres una mujer desesperada y perpleja que siente que se está ahogando y otra que salta a la acción, como si fuera un escenario, disimulando sus verdaderas emociones porque ellas son la debilidad, la impotencia, la desesperación y presenta al mundo sólo una sonrisa, ímpetu, curiosidad, entusiasmo, interés". Anais Nin
Henry y June (1990) dirigida por Philip Kaufman. Reconstrucción de las apasionadas relaciones entre el novelista Henry Miller y la escritora Anaïs Nin, a partir del diario publicado de Anaïs que lleva el mismo nombre. Interpretados por Ferd Ward y María de Medeiros, respectivamente.
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