jueves, 1 de octubre de 2009

la era de la luz I












En esta época, comparable a cualquier otra, en la que los problemas de perpetuación de una raza o una clase y de destrucción de los enemigos, son el objeto que absorbe por completo las motivaciones de una sociedad civilizada; resulta inoportuno e insignificante crear obras inspiradas solamente en la emoción y en el deseo del individuo. Parece que sólo merezcamos retomar ocupaciones idílicas tras solventar la mayoría de los problemas más transcendentales de la existencia. Por otro lado, sabemos que la incapacidad de una raza o de una clase para mejorar por sí misma es equivalente a su incapacidad para aprender de los errores de la historia.










Todo progreso es fruto de un intenso deseo individual por mejorar el presente inmediato a partir de una toma de conciencia de la insuficiencia material. En este estado de exaltación, la acción material se impone por sí misma y adquiere la forma de revolución, de uno u otro modo. Raza y clase, al igual que los estilos, se vuelven irrelevantes, mientras que la emoción humana individual se transforma en universal. ¿Qué puede ser más conciliador entre los seres que el descubrimiento de un deseo común? y ¿qué puede ser más inspirador de acción que la confianza despertada por una expresión lírica de ese deseo? Desde el primer gesto del niño al señalar un objeto y nombrarlo hasta la mente desarrollada que concibe una imagen cuya rareza y realidad nos conmueve hasta lo más profundo de nuestro inconsciente; el despertar del deseo es el primer paso hacia la participación y la experiencia.









Man Ray, París, 1934
*Fotografías: Man Ray
*Modelo: Lee Miller






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