domingo, 25 de octubre de 2009

la religión del cuerpo












Sada Abe se convirtió en una figura femenina mítica de la cultura japonesa a raíz de un acontecimiento sucedido en 1936: asesinó a su amante, con su consentimiento, en un acto desorbitado de pasión sexual. El acto conmocionó al país entero, y mientras las instituciones condenaban a Sada a seis años de cárcel, surgía en los ámbitos populares una simpatía y veneración por esa mujer, que iba adquiriendo una aureola de sacerdotisa del erotismo y de la muerte.


Nagisa Ōshima quiso rendirle su particular homenaje veinte años después con la película El imperio de los sentidos, así como evocar una tradición de refinamiento erótico y amatorio que había florecido en la sociedad japonesa del siglo X y, tras desaparecer en la era de los samuráis, resurgió en los ámbitos aristocráticos de los siglos XVII Y XIX. La monogamia impuesta a principios del siglo XX en el Japón moderno fue, de hecho, una moda importada de Occidente que pretendía contribuir a la modernización del país. Así que seria un error pensar que el comportamiento de los amantes protagonistas de esta historia se alimenta de la literatura de autores como Sade, Artaud o Bataille, porque pese a conocer estas fuentes, el director se sitúa de pleno en la tradición erótica oriental.
















Con El imperio de los sentidos, Ōshima se enfrento al reto cinematográfico de la representación real del coito, mostrando primeros planos de órganos y actos sexuales, y alcanzando con ellos un valor poético comparable a los rostros de los amantes en pleno éxtasis, técnica recurrente en el cine pornográfico, pero todavía tabú en el cine de calidad y pretensiones artísticas, que en esta película se inspira en las delicadas estampas de los grandes pintores erotómanos Hokusai y Utamaro. En ocasiones, las escenas íntimas se convierten en colectivas, y criados, a su pesar, o geishas, de buen grado, participan del goce de la pareja de amantes insaciables. El director recurre de manera explicita a la felación, la penetración, la eyaculación y la mutilación, en una relación sexual llevada a sus límites que sólo culminará con la entrega máxima, definitiva. Actores célebres, de vidas ejemplares se brindaron a realizar el papel más importante de su vida: a interpretarse haciendo lo que nunca se muestra, lo que, prohibido, se relega a la esfera de la penumbra rojiza, asfixiante, de la habitación donde se hermanan el sexo y la muerte.














Sada es una mujer de extrema sensibilidad y libre de prejuicios al satisfacer por piedad a un viejo vagabundo, mostrándole su sexo y tocando sus genitales. También es una mujer agresiva, al atacar a otra sirvienta que la insulta, llamándola prostituta. Es entonces cuando el amo, Kichizo, repara en ella, diciéndole con cierta sorna: “¿Por qué usar estas manos para matar pudiendo usarlas para el placer?”. Sada se encargara de demostrarle que una y otra cosa pueden resultar equivalentes. La joven, que en un principio se siente ultrajada y humillada ante la omnipotencia de la erección dominante del macho, acaba consiguiendo un plano de igualdad cuando el amo abandona a su esposa para casarse con ella. La progresiva adopción por parte de Sada de la postura activa en el coito, situada encima de Kichizo, indica su creciente poder erótico, que convierten a su amante en un hombre objeto, cuya único deseo es satisfacer a su hembra, proporcionándole, cada vez mas exhausto, ese orgasmo que nunca llega, mientras Sada rejuvenece tras cada fornicación: “Por favor, no puedo seguir esperando”. Ese orgasmo que, si ya es calificado comúnmente como “pequeña muerte”, aspira a mas, a la gran muerte, a la total, la definitiva: “Lo que te da placer a ti me hace feliz a mi”… “¿Por qué te has parado? Casi había llegado al éxtasis. ¿Te ato las manos? Voy a matarte. Es monstruoso. Es maravilloso”.

















Uno de los axiomas de Ōshima es confundir sueño y realidad. Aquí lo consigue en tres ocasiones claves para la acción, las tres en la mente de Sada: cuando imaginar asesinar a la mujer de Kichizo al sorprenderlos haciendo el amor; la insoportable visión de Kichizo corriendo desnudo, con el kimono que ella le ha dejado, al lado de su esposa, y tras el último orgasmo, su propia visión, con un kimono entreabierto que deja ver su cuerpo desnudo, tumbada en una plaza, mientras un niño da vueltas a su alrededor gritando: ¿Dónde está?”. El director se enfrentaba, así, a dos de las escenas más complejas y fascinantes de rodar: el ser humano teniendo relaciones sexuales y el ser humano en el momento de morir, mostrando lo cerca que se hallan los dos estados, aunados por la dimensión del sueño.















Si El imperio de los sentidos es una película esencialmente transgresora no es sólo por su estética, por lo que muestra, sino por la subversión que en el terreno ético y moral presupone, la opción de sus protagonistas: una reivindicación del goce de la mujer hasta sus últimas consecuencias, el sacrificio voluntario del macho que santifica a víctima y verdugo, ya que ambos han sido arrebatados por la tiranía del placer. En palabras del propio director: “Mientras los otros japoneses eran movilizados para morir en los campos de batalla, existía este hombre, Kichizo Ishida, que murió con alegría para satisfacer la sexualidad de una mujer”.


























El coito, rito mortal e inmortal, alcanza así en esta película dimensiones trascendentales, extraordinarias. El imperio de los sentidos no fue creada para estimular sexualmente, pese a haber sido acusada en Japón en un largo proceso por delito de obscenidad, según el articulo 175 del código penal nipón, sino para reflexionar sobre la dimensión sagrada del sexo, elevada la consecución del goce absoluto a religión del cuerpo.



Las grandes películas asiáticas
Silvia Rins











Ai no corridaEl imperio de los sentidos

Ficha Técnica: 1975, Japón, 105 minutos. Color.
Dirección: Nagisa Ōshima.
Productor: Anatole Dauman.
Producción: Argos Films, Oshima Productions y Shibata Organisation Inc.
Guión: Nagisa Oshima.
Fotografía: Hideo Itoh.
Música: Minoru Miki.
Montaje: Patrick Sauvion y Keiichi Uraoka.
Reparto: Tatsuya Fuji (Kichizo Ishida), Eiko Matsuda (Sada Abe), Aoi Nakajima (Toku), Yasuko Matsui (Tagawa), Meika Seri (sirvienta Yoshidada), Kanae Kobayashi (vieja geisha Kikuryu).






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