miércoles, 9 de septiembre de 2009

poemas prohibidos I










Dibujo de Odilon Redon para les Fleurs du Mal






Las Flores del Mal aparecieron en junio de 1857 y desencadenaron las iras de la justicia. Precisamente fueron sometidos a proceso seis poemas entre los más atrevidos del poemario, que el procurador imperial Ernest Pinard —ya en guerra seis meses antes contra Madame Bovary—, intentó prohibir en nombre de la moral pública.

Baudelaire fue condenado, los poemas censurados. Comenzó entonces casi un siglo de purgatorio para Las alhajas, Lesbos, El Leteo, A la mujer demasiado alegre, Mujeres malditas y Las metamorfosis del vampiro que habrían de esperar a 1949 para ser oficialmente rehabilitados.

Lejos del escándalo y los maliciosos rumores de una corte de justicia, lo que revelan las piezas condenadas, reunidas en este volumen (y en Estímulos), es el genio de un poeta cogido en la trampa de sus fantasmas. Presa de fascinaciones cada vez más negras, Baudelaire fuerza de nuevo los límites de la transgresión y se sume en los abismos del alma humana, en búsqueda de un arte absoluto.

Las Flores del Mal es el libro de la condición humana, y los poemas prohibidos su lado más turbador y luminoso a la vez.












Desnuda estaba mi amante, y leyendo en mi corazón
se mostraba con sus sonoras alhajas,
y esa ostentación le daba un aire vencedor
como a las esclavas de los árabes en sus días felices.

Cuando alza el vuelo el azor de sus sonidos,
ese mundo fulgurante de metales y piedras
me lleva al éxtasis, y ciegamente adoro
las cosas que con música a la luz se unen.

Ella estaba tendida y se dejaba acariciar,
y en el diván cómplicemente sonreía
ante mi amor inmenso y suave al igual que las mareas,
que por ella subía como a su acantilado.










Con los ojos clavados en mi, como un tigre domado,
con aire lánguido y soñador cambiaba de postura,
y candor y lujuria juntosdaban un encanto nuevo a sus metamorfosis;

y sus brazos y piernas, y sus muslos y caderas
bruñidos como aceite, ondosas como un cisne
pasaban ante mis ojos clarividentes y serenos;
y su vientre y sus senos, esos racimos de mi vid,

se ofrecían, más seductores que los Ángeles del mal,
para turbar la serenidad de mi alma,
y conmoverla allí en la acristalada estancia
donde tranquila y solitaria se había aposentado.








Creía ver unidos para un destino aún no nacido
las caderas de Antíope y el busto de un niñode tal manera el talle insinuaba su pelvis.
¡Sobre el cobre y oro de su piel el soberbio maquillaje de la herida!

-Y una vez que la lámpara se resignó a morir,
sólo los leños ardiendo iluminaban la estancia,
y cada vez que allí crepitaba un llameante suspiro,inundaba de sangre aquella piel de color ambarino.


Las alhajas







Autor: Charles Baudelaire
Título: Poemas prohibidos
Dibujos: Gustav Klimt
Traducción: Jorge Segovia
Editorial Maldoror, 2007





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