viernes, 25 de septiembre de 2009

poemas prohibidos III

















Madre de juegos latinos y voluptuosidades griegas,
oh Lesbos, donde los besos, lánguidos o alegres,
ardientes como soles, frescos como sandías,
son adorno de noches y días de gloria;
madre de juegos latinos y voluptuosidades griegas,

Lesbos, donde los besos son como cascadas
que se arrojan sin miedo en abismos sin fondo,
y fluyen, sollozantes o entre sofocadas risas,
tempestuosos y secretos, volubles y profundos;
¡Lesbos, donde los besos son como las cascadas!

Lesbos, donde las Frinés mutuamente se atraen,
donde nunca un suspiro se queda sin eco,
al igual que a de Pafos las estrellas te admiran,
¡y Venus tiene razones para envidiar a Safo!
Lesbos, donde las Frinés mutuamente se atraen,













Lesbos, tierra de noches ardientes y lánguidas,
culpables de que en sus espejos, ¡oh estéril voluptuosidad!
las muchachas de ojos ensimismados amantes de sus propios cuerpos,
acaricien los frutos maduros de su nubilidad;
Lesbos, tierra de noches ardientes y lánguidas,
deja que el viejo Platón arrugue su ceño austero;
tú alcanzas tu perdón con esa letanía de besos,
y los refinamientos que nunca acaban,
reina de ese reino de amor, acogedora y noble tierra
deja que el viejo Platón arrugue sueño austero.












¡Tú alcanzas tu perdón del eterno martirio,
infligido sin tregua a corazones intrépidos,
que aleja de nosotros la luminosa sonrisa
apenas vislumbrada en el límite de otros cielos!
¡Tú alcanzas tu perdón del eterno martirio!

¿Qué Dios, oh Lesbos, se atreverá a juzgarte
y condenar con trabajos tu frente palidecida,
si sus áureas balanzas nunca pesaron el diluvio
de lágrimas que al mar llevaron tus arroyos?
¿Qué Dios, oh Lesbos, se atreverá a juzgarte?















¿Qué nos piden las leyes de lo justo y lo injusto?
Vírgenes de noble corazón, honor del archipiélago,
Vuestro culto es tan sublime como los demas,
¡y el amor se reirá del Cielo y del Infierno!
¿Qué nos piden las leyes de lo justo y lo injusto?

Pues soy el elegido de Lesbos, en esta tierra
para cantar el secreto de sus muchachas en flor,
y temprana fue mi iniciación en el oscuro arcano
de las risas locas y los llantos sombríos;

Pues soy el elegido de Lesbos en esta tierra.












Y desde entonces vigilo en las alturas del Léucade,
como un centinela de mirada penetrante y segura,
que acecha noche y día las estelas de los veleros,
cuyas formas se balancean en la lejanía y el azur;
Y desde entonces vigilo en laa alturas del Léucade,

para saber si el mar es indulgente y bondadoso,
y si entre sollozos que en las rocas se oyen
una tarde arrojará hacia Lesbos, que perdona,
el cadáver amado de Safo, que un día se alejó
¡para saber si el mar es indulgente y bondadoso!













¡De la viril Safo, la amante y poeta,
más bella que Venus con su melancólica palidez!
—El ojo azur fue suplantado por el negro óvalo
que trazó el círculo tenebroso de las penas
¡de la viril Safo, la amante y poeta!

—Más bella que Venus alzándose sobre el mundo
y derramando los tesoros de su serenísima calma
y el esplendor de su dorada juventud
en el viejo Océano prendado de su hija;
¡Más bella que Venus, alzándose sobre el mundo!












—De Safo, que murió el día de su blasfemia,
Cuando al insultar rito y culto establecidos,
Entregó su belleza como supremo alimento
a un necio cuyo orgullo castigó las impiedad
de aquella que murió el día de su blasfemia.

Y desde entonces Lesbos no deja de lamentarse,
y, a pesar de los honores que le tributa el mundo,
cada noche se embriaga con el grito de la tormenta
que hacia los cielos escupen sus litorales desiertos.
¡Y desde entonces Lesbos no deja de lamentarse!



Lesbos



Charles Baudelaire










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